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Análisis de Sekiro: Shadows Die Twice

La magia de FromSoftware está de vuelta con Sekiro: Shadows Die Twice, la nueva obra maestra nacida de la mente de Hidetaka Miyazaki.

Cartel Sekiro Shadows Die Twice 2
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Sekiro: Shadows Die Twice es un juego que se desarrolla desde una perspectiva en tercera persona y combina acción, sigilo y exploración, siendo desarrollado en esta ocasión por FromSoftware en colaboración con Activision. A diferencia de otros títulos de la compañía, noencontraréis elementos propios de los juegos de rol como montones de piezas de equipo o puntos de experiencia a invertir en los atributos del personaje, aunque hay pequeños matices que aclararemos más adelante. Todo se centra en las habilidades del protagonista, las cuales debemos dominar para afrontar los diferentes retos que nos esperan.

Su historia nos lleva hasta un Japón Feudal más oscuro donde encarnamos a Lobo, un guerrero shinobi desfigurado que ha caído en desgracia y ha sido rescatado de los brazos de la muerte. Tras comprometerse a proteger a un joven lord, descendiente de un antiguo linaje, se convierte en el objetivo de varios enemigos, incluido el peligroso clan Ashina. Ahora el joven lord ha sido capturado, así que su objetivo será localizarlo, salvarlo y recuperar su honor, aunque para ello deberá enfrentarse a montones de peligros y a la propia muerte.

El argumento en esta ocasión es mucho más directo, encontrando montones de escenas y conversaciones que nos explican con todo lujo de detalles lo que sucede. Eso sí, como viene siendo habitual dentro de los juegos de la compañía, se puede profundizar mucho más en su mundo si exploramos a fondo los escenarios en busca de pequeños detalles, completamos tareas secundarias, conversamos con otros personajes o leemos las descripciones de los objetos y habilidades que conseguimos. Esto hace que sea tan entretenido como siempre, con un mundo mágico y fascinante, pero estando todo mucho más claro y sin dejar demasiado espacio a la interpretación.

Las mecánicas son mucho más ágiles que lo visto en la saga Darksouls o en Bloodborne. Aquí, al estar en el papel de un shinobi, nuestros movimientos son más rápidos, pudiendo esquivar, saltar, atacar, defendernos, contraatacar, utilizar objetos o nadar, llegando incluso a bucear al avanzar en el juego. Junto a todo ello tenemos el sigilo, que nos permite ocultarnos en las zonas con hierba alta, pegarnos a las paredes o utilizar objetos como distracción, todo para sorprender a los enemigos por la espalda y acabar con ellos de un solo golpe, algo que sólo ocurre con los más débiles. Tanto la acción como el sigilo son fundamentales a la hora de enfrentarse a los enemigos, intentando siempre reducir su número separándolos.

Al final, el aspecto más importante a lo largo de todo el juego es la defensa. Hay que saber muy bien en que momento nos toca bloquear, esquivar o saltar para evitar las acometidas rivales y, sobre todo, contraatacar. Todos los personajes tienen un indicador de postura, el cual se debilita al recibir ataques y, especialmente, al contraatacar, siendo imprescindible llevar un buen timming para pulsar el botón justo al recibir un golpe. Una vez llega a cero podréis asestar un golpe letal, algo que, si bien no es muy necesario contra los enemigos corrientes, es esencial para obtener la victoria contra los jefes y subjefes.

Pero lo que más nos ha gustado es la libertad de exploración que permite el brazo protésico al ser utilizado como gancho, haciendo que podamos desplazarnos rápidamente diferentes alturas de los escenarios y encontrar rutas alternativas que aumentan aun más las posibilidades jugables. A este brazo, además, podemos equiparle diferentes herramientas, como shurikens que nos permiten acabar con enemigos que atacan desde la distancia o un hacha que rompe escudos, aunque gastan unos objetos que os toca reponer.

Quizás uno de los puntos más destacados del juego, además de su increible sistema de combate, sean los escenarios. Estos cuentan con diferentes alturas a visitar, están genialmente diseñados y esconden multitud de secretos en ellos. Explorarlos es una delicia, sobretodo si tenemos en cuenta las grandes posiblidades que ofrecen los movimientos de Lobo. Además, como ya ocurriera con las hogueras de Dark Souls, aquí contamos con ídolos del escultor que sirven para viajar rápidamente entre ellos, descansar para reponer vitalidad y que reaparezcan enemigos, guardar la partida, aprender habilidades, mejorar atributos o incluso comprar útiles para nuestro viaje.

Los enemigos, por otra parte, son muy variados y poderosos, donde hasta los más pequeños pueden acabar con nosotros de un par de golpes. Cuentan con indicadores sobre la cabeza que nos marcan si han detectado nuestra presencia o simplemente han visto moverse algo, pasando posteriormente a contrastarlo. Es cierto que su inteligencia artificial es algo irregular, detectándonos algunos rápidamente incluso con obstáculos entre nosotros y encontrando a otros que no nos ven pasando por su lado, pero es algo de lo que no debéis preocuparos. El mayor desafío viene con los jefes y subjefes, los cuales cuentan con montones de patrones de movimiento a estudiar, varias barras de vitalidad que nos obligan a dar más de una estocada y ataques que pueden acabar con toda nuestra energia de un golpe. Son muy complicados, pero dejan una sensación muy satisfactoria al derrotarlos.

Al eliminarlos obtendréis experiencia con la que podréis ganar puntos a invertir en habilidades tanto activas como pasivas, aunque para ello antes debéis conseguir pergaminos que las desbloqueen, completar tareas secundarias o bien derrotar a ciertos jefes. Son muy útiles, e incluso diríamos que esenciales para derrotar a determinados rivales, por lo que recomendamos no dejar ni un rincón de los escenarios sin investigar. También podréis aumentar la vitalidad y postura al reunir un determinado número de cuentas de oración, así como el poder de ataque con recuerdos.

Como siempre, a lo largo de la aventura la muerte será un compañero constante, aunque como novedad podemos obtener una carga de resurreción que nos permitirá reaparecer una vez con la mitad de la vida. Al caer viajamos junto al último ídolo del escultor activado, perdiendo la mitad de dinero del que disponemos y la mitad de experiencia, no siendo así con los puntos desbloqueados. Si tenemos suerte se activa la Ayuda Invisible, con la cual no tenemos que pagar el precio de morir. Lo malo es que en este juego se nos penaliza con la Dracogripe si sucede de forma continuada, una enfermedad que afecta a los personajes que vamos conociendo a lo largo de la aventura y que puede llevarlos hasta la muerte, perdiendo en consecuencia toda la ayuda que nos puedan proporcionar.

La dificultad del juego es muy alta, tanto que a veces estaréis desearéis abandonarlo, pero su sistema de progresión es tan satisfactorio que siempre os dejará pensando como podríais superar el obstáculo al que os enfrentáis. Al final, cuando se consigue la victoria, deja una gran sensación de satisfacción, además de haber mejorado nuestra habilidad controlando al personaje y sintiéndonos cada vez más poderosos.

En cuanto a duración, estamos ante un título cuya historia puede dar para unas 40 horas que dependerán sobre todo del nivel de habilidad de los jugadores y de lo que se entretengan realizando misiones secundarias, mejorando al personaje o explorando los escenarios. Es muy rejugable por las diferentes formas de afrontar las misiones, todos los secretos que oculta o por tener hasta cuatro finales diferentes a descubrir. Además cuenta con un modo llamado Nueva Partida 2 que se desbloquea al completar la aventura, permitiendo rejugarla con el nivel que tuvieramos al acabar el juego en la dificultad normal o bien en una más alta que hace que los enemigos sean más poderosos y, en consecuencia, obtengamos mejores recompensas como más dinero o experiencia. Si véis que es demasiado difícil para vosotros siempre podéis desactivarla, pero no volveréis a tener acceso a ella hasta completarlo de nuevo.

El apartado gráfico es espectacular, pero más por la parte artística que por la técnica. Los personajes son variados y están genialmente modelados y animados, mientras que los escenarios resultan muy llamativos a pesar de no contar con una alta carga poligonal, pero lo mejor es que cuentan con un diseño único que nos lleva a explorar diferentes alturas. Los efectos están muy trabajos, con algunos realmente llamativos para las muertes. El rendimiento en consolas es quizás lo peor de todo, que no se mantiene estable a 60fps, junto con algunos problemas con la cámara en los lugares cerrados y al fijar enemigos. Aún así no os preocupéis, ya que es perfectamente disfrutable.

En el sonoro tenemos una gran colección de melodías de estilo japonés que ambientan a la perfección cada uno de los momentos que vivimos en el juego, siendo algunas realmente únicas. Además es dinámica, cambiando según lo que va ocurriendo en pantalla. A todo ello hay que sumarle unos efectos muy cuidados y doblaje en varios idiomas (entre los que se incluye el castellano) de gran calidad, destacando especialmente el que viene por defecto, el japonés. También contamos con subtítulos en castellano para que podáis jugar con el doblaje que más os guste.

Como conclusión, Sekiro: Shadow Die Twice nos ha encantado, volviendo FromSoftware a crear un nuevo imprescindible para los seguidores del género. La mezcla de acción y sigilo funciona a la perfección, con un sistema de combate único y muy divertido que nos hace sentirnos como si fueramos un verdadero shinobi. Si a ello le sumamos unos escenarios perfectamente estudiados para afrontar las misiones y montones de secretos escondidos esn ellos, tenemos un juego redondo. Debido a su gran dificultad, no es un juego para todo el mundo, pero superar cada uno de los retos que nos proponen deja una sensación inigualable.

Así que, si sois seguidores de las obras de Hidetaka Miyazaki, poneros en la piel de Lobo y preparar vuestra katana para disfrutar de un viaje lleno de muerte y satisfacción.