PS4

Análisis de Vane

Un vasto mundo cargado de misterios os espera en Vane, una aventura llena de emociones que os invitará a poneros en la piel de un ave que se transforma en humano.

Cartel Vane
Play

Vane es un viaje de exploración en un amplio mundo, donde los jugadores cambiarán entre la forma de un pájaro y un niño para resolver puzles simples y crear un camino a través de un paisaje árido. A medida que lo hacen, el mundo reacciona a su paso, evolucionando y convirtiéndose en algo completamente diferente. El título ha sido desarrollado por Friend & Foe Games, cuyos componentes han colaborado en la creación de títulos tan reconocidos como The Last Guardian o Killzone entre otros.

Su historia nos lleva hasta un desierto en ruinas, donde un extraño polvo dorado transforma el espíritu libre de un pájaro en un joven, desencadenando una cadena de eventos que cambiarán el propio mundo. Como ocurre con otros juegos de este calibre, todo es contado mediante imágenes y ofrece una libre interpretación, aunque su temática no nos ha atraido demasiado, siendo un tanto confuso en determinados momentos y, cuando parecía volverse interesante, acaba repentinamente para dejarnos una sensación agridulce.

Sus mecánicas son bastante sencillas, pudiendo desplazarnos libremente por su mundo ya sea manejando al protagonista en su forma de humano o de pájaro. Cuando tenemos la forma de ave podemos aletear para impulsar su vuelo, descender en picado para ganar velocidad, frenarnos en pleno vuelo, caminar, apoyarnos en determinadas estructuras o gorjear para llamar a otros pájaros. Con la de niño podemos correr, dar pequeños saltos, agarrar objetos o gritar, cuyo uso no desvelaremos para evitar spoilers. Al avanzar en el juego se añade algún que otro elemento más, pero no difiere demasiado del resto de mecánicas.

Como curiosidad, para transformaros en ave tan solo tendréis que saltar desde una gran altura, donde el cambio evitará la muerte del protagonista. No ocurre lo mismo si queremos alcanzar la forma humana, que os obligará a buscar unas zonas con una especie de polvo dorado y, al absorberlo, iréis adoptando la forma. Esto a veces os traerá alguna que otra complicación, ya que al acercaros a una zona dorada podéis transformaros en pleno vuelo y caer al vacío de nuevo, obligando a estar sobre una plataforma cuando os aproximéis.

Lo mismo ocurre con la cámara, que dependiendo de la zona en la que os encontréis podéis tener problemas de visión al atravesar ésta ciertos muros. Si se hubiera bloqueado al entrar en contacto con superficies estaría mejor y no nos dejaría a veces un tanto perdidos. También hubiera ayudado que de vez en cuando nos orientara un poco mejor, en especial en zonas cuyos elementos son demasiado parecidos entre sí y pueden hacer que nos sintamos un poco perdidos.

Los escenarios son minimalistas y a su vez bastante amplios, con pequeñas pistas visuales que nos indican cual es el camino que debemos seguir para avanzar en la aventura. Son variados entre sí, pero es cierto que al transformarse con el paso de ciertos objetos hemos detectado pequeños problemas, como caernos por agujeros casi imperceptibles que nos llevan a dar vueltas innecesarias. Además, al contrario de lo que pueda parecer, es bastante lineal, siendo casi siempre sencillo localizar el siguiente objetivo por aparecer con destellos o de forma destacada.

Por otra parte, los puzles no están nada mal, aunque generalmente se basan en explorar el escenario en busca de alguna palanca o plataforma que podamos desplazar. Hay algunos en los que entran en juego los gritos del personaje y están algo más trabajados, pero en general no tendréis demasiadas complicaciones para resolverlos. El problema viene dado en la segunda mitad del juego, donde manejamos la forma humana la mayoría del tiempo, con localizaciones amplias a recorrer que se hacen algo pesadas por la lentitud a la que se desplaza el protagonista.

La duración del juego es bastante corta, dividiéndose en cuatro actos en los que sólo se guarda la partida tras completar cada uno de ellos. No encontraréis ningún tipo de incentivo que os invite a rejugar la aventura, aunque al menos os dejará elegir fase una vez completado el juego.

El apartado gráfico utiliza un estilo minimalista que, aunque cumple, en ocasiones hace que sea difícil distinguir ciertas superficies por las que podemos pasar. Los personajes están bien modelados y cuentan con un efecto de desvanecimiento interesante, mientras que los escenarios son amplios y están bastante detallados, cambiando incluso algunos elementos al utilizar determinados objetos. Lo malo es que a veces sufre alguna que otra ralentización puntual (que no llega a molestar demasiado) y cuenta con pequeños bugs que en ocasiones nos han obligado a repetir una zona concreta. Nos ha gustado, eso sí, la dirección artística.

En el sonoro tenemos alguna melodía bastante llamativa que varía según la situación en la que nos encontremos, pero en general imperan los efectos de sonido para darle una ambientación interesante. No esperéis casi ningún texto en el juego, pero los pocos que encontraréis, principalmente en los menús, están en completo castellano.

Vane es, en definitiva, una aventura que podía haber dado mucho más de sí, especialmente en lo que a historia y mecánicas jugables se refiere. Comienza con una buena premisa, con un amplio mundo a explorar, puzles interesantes y un argumento de libre interpretación que parecía profundo. Por desgracia no acaba de funcionar bien, ya sea por su lento ritmo, unos puzles demasiado sencillos, una cámara deficiente o fallos que estropean la experiencia. Para rematarlo, no es un juego que dure demasiado y no ofrece elementos que lo hagan rejugable.

Al menos hay tramos en los que resulta muy vistoso, con entornos abiertos muy coloridos y otros que cambian a nuestro paso, pero no acaban de arreglar unos problemas que pesan más que sus virtudes.